Este libro esta dividido en siete capítulos, que lógicamente cada uno corresponde a un pecado capital distinto: soberbia, pereza, gula, envidia,, ira, avaricia y lujuria.
Es un libro que puede ayudarnos, a cada uno de una manera distinta. Creo que a mi me sirvió para entender porque ciertas personas actúan como actúan, ya que todos tenemos algún pecado que prevalece sobre el resto. Y esto es así, lamentablemente o no, nadie puede decir que no comete algún acto que represente a un pecado. Porque la vida tiene disgustos, alegrías, risas, y sobretodo porque vivimos con personas. Al vivir en un mundo en donde nos debemos relacionar (y si elegimos no relacionarnos pueden tildarnos de perezosos, soberbios o tal vez de avaros.) . Es la vida misma. Lo que rescato y me enseñó este libro es que no está “del todo mal” tener algún que otro pecado, esta es la base de todo ser humano, no nos podemos deshacer de todos los pecados. El tema es tratar de manejar esos pecados para que no caigan fuera de los límites normales. Por ejemplo, no está mal sentir bronca, manifestarla en ira (es más: puede ser que sea por una causa que consideramos justa, que nos da bronca y por eso nos impulsa a reaccionar y luchar por la justicia), sino que el límite está en no transformar esa bronca en daño. Y así con los demás pecados. Otro claro ejemplo, es la avaricia, que no está mal ser ahorrativo, pero lo está serlo al extremo.
Por otro lado, analizando los pecados ya no persona a persona, sino sobre una comunidad, los pecados son necesarios para el funcionamiento del conjunto. Lo que hace mal uno, puede provocar un buen acto de otra persona. Uno puede dar gustos a otras que buscan deseos.
Es un libro muy interesante, que como dije puede ser usado de enseñanza para muchas cosas, a mi me ayudó para entenderme un poco más, saber que no estoy loca, y para sobre todo entender un poco más a la gente, que a veces cuesta tanto.
Me parece interesante compartir algunas partes del libro:
La Soberbia: “…no se trata del orgullo de lo que tú eres, sino el menosprecio de lo que es el otro….”. “…Nada me abruma más que la falsa humildad. Cuando alguien dice: ”yo no quiero nada para mí, todo lo que pido lo quiero para otros”, es una mala señal. A mí la gente que njo quiere nada me produce desconfianza…”
La ira: “…cuando se ponen rabiosos ante una situiacióin infame por la que callan los demás. El que no se rebela, habla, grita y muchas veces se juega el pellejo es muy distinto del que tiene un colerón porque le sirvieron la carne fuera de punto…”. “…según el periodista y neurólogo argentino Nelson Castro, “la ira es totalmente fisiológica, porque el organismo responde con una carga de adrenalina. ¿cómo no va a haber ira si el cuerpo humano está preparado para eso? Psicológicamente es una reacción a algo que te afecta, que te altera, que te causa un daño. El problema es cuando la ira no es una reacción sino una norma de vida. Allí la ira se convierte en pecado; lo otro es algo inminente a la naturaleza humana, que tiene cierto fin…”
La envidia: “…este pecado propicia la sensación de que uno podría tener todo lo bueno de los otros. Si tú le envidias la mujer al otro, deberías aceptar todo lo que el otro es, quiere, piensa y siente, y por lo tanto dejar de lado todas las cosas que tú quieres, piensas, sientes. Tendrías que convertirte en el otro, algo que nadie está dispuesto a hacer. Porque todo el mundo quiere tener las ventajas del otro, pero a partir de la concepción propia…”